Tuesday, December 20, 2005

La mujer despierta


Siempre sonreía, aunque fuese una mala mañana, abría sus ojos y sonreía. Verla como se estiraba aun acostada, me remontaba a placeres que nunca podría experimentar alguien como yo. Las sabanas que se arrugaban se quedaban así, entonces se quedaba sentada, parecía que hacia algo con sus ojos, quizás un guiño, también sus labios eran parte de aquel ritual que se apoderaba de mi, ellos eran mordidos, dejando un capa de humedad que los convertía en el objeto sexual mas poderoso que tenia.
Se ponía de pie y en dirección al oeste arqueaba todo su cuerpo. Era el momento de Bach. Corrí hacia mi pequeña radio, sintonice la estación de los clásicos, aun tenia los binoculares puestos, las ventanas abiertas, como si ella misma esculpiera mi cuerpo terrenal, el sonido de la melodía subía acariciando todo mi cuerpo, no quería que aquel momento de amor se terminara entre Bach, aquella mujer y yo. Observe mas tarde y ella había partido, sus ventanas estaban cerradas, las cortinas habían caído. Debe estar tomando el desayuno a estas horas en algún lugar a lado de alguien a quien ame, pensaba, yo haré lo mismo me dije. Tome el brazo aun dormido de la niñita del mercado, lo sostuve contra la mesa y con mi hacha nueva se lo corte. El cuarto es otra vez un desastre, la sangre corría por todas partes, la niñita despertó del dolor pero, la impresión la mato. Sentado por horas me arrepentía por no haber traído a su mama en lugar de la niña.
El sol en poniente revisaba toda mi habitación y me reía, aquí no hay plantas, ni nada en lo que puedas ayudar, le decía, siempre discutíamos con el, entre mas le gritaba mas estúpido se ponía, se creía el infierno, que podía hacerme arder, cuando apenas me hacia sudar y también anuncia el regreso a su hogar de mi amor. Comenzaba a verla de 5 a 9, hacia ejercicio, escuchaba música y bailaba, en donde trabajaba o que hacia que aun le quedaban fuerzas para hacer tantas cosas.
Mis amigos del culto llegaron esa noche, tomamos ajenjo y nuestros corazones crecieron tanto que si los pudiéramos ver serian como muchas lunas completamente llenas pero, al sentirlas aullamos a pesar de que esa noche no estaba destinada, nos transformamos, saliendo por las ventanas hasta llegar al techo, saltando de casa en casa, edificio por edificio, cuando no hay luna no cazamos por comida.
Amaneció, todos estaban desnudos sobre el piso de mi departamento, me puse de pie y vi que ya era tarde, corrí hacia la radio, la prendí, abrí las ventanas, use mis binoculares, observe su ritual, algún día le diré la verdad me dije.

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