Friday, March 17, 2006

Ejercisio de Marzo


Nadie le aviso de la noche. Ese día el sol como la palabra siempre ilumino desde las 6.30 un oriente agudo. Perdido finalmente en casas rellenas de familia.
El 630. El joven de rasgos trazados previamente por padres, huesos objetivos de proporción humana y orgánica por natura. Luzbelicamente hundía sus ojos en imágenes imposibles.
Los sonidos fuera de la casa se obstruyen entre ellos, un gallo puede escucharse desde una lejana distancia a través de los tenues rayos del sol que haz por haz se comen sueños humanos de realidad. El joven del 630 decide dormir ahora que la normalidad del día citadino sostenido en niños y padres rumbo a clases y trabajo, ancianas lavando su banqueta, gatos regresando a casa, la televisión prendida en el canal de noticias y el etcétera continuo e infinito de la 7 a las 18 horas.
El joven retorcido en su cama no cree en hoy. Decidió quitarse los ideales desde temprano y así llegar al conocimiento absoluto como la simple unidad real del ser.
Como un paso que va del reposo a estar de pie remueve su conciencia y el instinto se muestra en ahora su encorvada columna, piel gruesa cubierta de pelo, brazos y piernas mas largos, amplia boca rellena de lascivos dientes, mirada que abstrae algo distinto al mundo conocido por el hombre y amplias fosas nasales que llevan en todo su cuerpo el aroma humano del placer. Comer es su deseo pero, la luz del sol lo mantiene al margen sin poder salir de su cuarto que comienza a oler a saliva animal hasta que ve acercarse una figura que no se percata de esta nueva bestia que depravada por el hambre va sobre aquel hombre que tan solo alcanza a lanzar un agudo sonido que se pierde por el de caninos hundirse en la carne. Un raro aullido matutino.

Ariadna es una niña de 11 años con el deseo de ver todo. Sus padres no saben que ella nunca duerme. Se dice frente al espejo mientras se cepilla el cabello que no podría perderse lo que pasa en el cielo cuando todos creen que esta a oscuras y duermen.
Ojala el cielo cambiara de pronto y ella estuviera en ese lugar que tanto desconoce y desea. Si eso hubiera pasado antes de este amanecer ella no estaría viendo a la bestia devorar a su padre.
Ariadna sabe que no tiene que gritar, es lo bastante perspicaz para saber que eso atraería la atención aunque quisiera hacerlo pero, todavía el impacto le tiene entumido el cuerpo y hasta la voz. Ella permanece inmóvil, el animal sigue comiendo y la sangre exagerada llega hasta la niña que cierra sus parpados apretando con fuerza, luchando contra su instinto que la seduce a ver. Y es que si el cielo nunca cambia quizá los monstruos puedan ver a la luna incluso de día. Ahora abre sus parpados, sus ojos no encuentran aquel monstruo, corre hacia los restos de carne que fue su padre provocando ruidos pasmosos a cada paso que da sobre la sangre. Al llegar a el, su mirada le platica en solo una palabra algo que nadie hermoso como ella debería conocer.

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