Wednesday, April 26, 2006

Ejercisio de marzo (segunda parte)

El cielo es un reflejo de color ultramar, el sol entre nubes es una opaca interrogante, los gritos de Ariadna simulan interferencia en las estaciones de radio, para la gran proporción de humanos hoy es igual a nada. El monstruo ha comido. Ahora es un joven como suele ser desde hace unos años pero, entre su organismo se digiere carne y parte del alma de un ser amado. Siente su estomago hincharse y mareos que provocan a su mente querer regresar a su estado de bestia. Decide no seguir caminando. Sabe que hay un parque cerca donde podrá descansar entre las sombras de sauces, debe faltar muy poco para que alguien note su cuerpo desnudo, cubierto de sangre y llegue la policía, y me encierren se repite conciente de que no importa. En este día se ha transformado más allá de lo humano.El timbre del 630 suena tantas veces hasta despertar a Ariadna que placidamente dormía cerca de los retazos de su padre (a pesar de lo raro que parezca). No le toma tiempo ir hacia la puerta ella sabe que es su madre quien llama.
Apenas ayer Irma le decía a su hijo que estaba preocupada por su padre, que pronto moriría, que había razones suficientes para cuidarlo y es que Irma tenia la costumbre de recargarse sobre el pecho de su esposo para escuchar lo agotado de su corazón. Lucio era viejo cuando Irma lo conoció y habían pasado 25 años de aquel recuerdo compartido. Solo es un segundo después la puerta se abre. Irma ve a su hija a los ojos y sabe que esta perdida; la abraza llevándola hacia su cuarto contando sus pasos como cuando era una madre joven y Ariadna una niña que apenas aprendía a caminar.
No quiero dormir, ya lo hice y creo que fue un error, le dice Ariadna a su madre; esta expulsa el aire contenido y comienza a llorar. Es tu padre ¿verdad? es el quien nos ha dejado, repite Irma desvaneciéndose frente a su hija. Ariadna solo la ve ante a sus pies, sintiendo mayor tristeza por ella que por su padre. ¿No se que pasara cuando sepa quien mato a mi papa? Se cuestiona en silencio, reflejándose en el espejo frente a ella y con razones suficientes prefiere ver su sonrisa. Ahora hay dos charcos de porquería en su casa, ambos son justificados pues los amantes se han quedado solos. La niña con absoluta razón decide limpiar la sangre junto con los restos de su padre, su mama puede esperar. Va al cuarto que usan para guardar todas las herramientas, recuerdos viejos guardados en cajas y objetos para la limpieza. Es ahí de donde toma un trapeador, una cubeta y detergente. Irma continúa lamentándose. Ariadna llena la cubeta de agua, la mezcla con el detergente, hay un olor a muerto y pino en la casa, limpia la sangre tallando el trapeador contra esta y el piso, tira la ahora mezcla de agua con jabón y sangre en la taza del baño, mueve la palanca y observa que nada mas quede agua, recoge los miembros de su padre y coloca todo en una bolsa. Los gritos de Irma no cesan. La niña avanza con pasos de fantasma hacia su madre y al llegar a ella levanta su cara con sus manos para decirle, sin que esta se pierda de nada: A mi papa se lo comió un monstruo. Una frase que sirve para que la madre llore mas y abrase a su hija con la idea de que esta a enloquecido por lo que esta pasando pero, antes de que Irma llegue al estado de shock su hija la toma de la mano, le dice que no miente y que la acompañe a seguir al monstruo pues ella teme salir sola a la calle. Antes quisiera ver a tu padre, dice Irma. La niña hace como si no escucha, camina hacia fuera y a su madre solo le queda seguirla. Han salido del barrio Ferrocarriles; Irma va sujetando a su hija con su mano derecha y con la izquierda se limpia su cara escurrida en llanto. Ariadna le dice que no tiene porque hacer eso, no importa que la vean con rareza las personas pues debería existir una ley que permitiera llorar en la calle. Dos hombres que pasan cerca de ellas las ven con morbo y calles mas adelante se dicen que es magnifico el paisaje de hoy. Primero un joven desnudo durmiendo en una banca del parque y después una niña que va casi arrastrando a su llorona madre.
Las bancas del parque están frías. No es muy tarde. El Sol no las ilumina directamente y los árboles no hacen sombra a esta hora como si de ello supieran. Poca gente llega temprano al parque, son suficientes los aventurados en este día ahí. Podrían contarse con los dedos de la mano derecha lo que hacen y con la izquierda lo que desean hacer.
El joven ha cruzado la calle, sus pies manchados pasean sobre el parque buscando un lugar agradable para descansar. Todos lo ven y se van. No se si su desnudez los insulto aunque es lo mas probable si tomamos en cuenta esa idea general.

Algunas leyendas de hombres de licantropos nos dicen que estos seres son maldecidos, obligados a ver a los fantasmas de sus victimas durante los días sin luna de transformación.
El joven que dormía sobre la banca es despertado y sus ojos entreabiertos creen ver a su padre que ha llegado a atormentarlo por lo que hizo pero, es su hermana quien esta sentada cerca de él la que le habla. Despierto completamente oculta su sexo pudorosamente con sus manos, ella sonríe y le comenta que si hay algo que esconder debe ser la moral; y que ella también es fea desnuda. Se acerca rodeando su cuerpo con su abrazo susurrándole como mato a su madre. La mitad de su cabeza quedo en las llantas de un coche a media calle. Una muerte casi tan violenta como la que entregaste a nuestro padre. ¿Nadie te vio empujarla? Es lo único que se le ocurre decir al joven ahora que sus cuerpos están tan cerca y su mente se nubla entre imágenes sexuales que involucran a su hermana. Ella no responde. Se muerde los labios por que desea besarlo y pregunta: ¿ahora que hacemos? Él joven espera que pase el viento sobre las ramas de los árboles, que los autos se detengan ante los semáforos, que algunas hormigas sobre el piso desvíen su camino y con un instinto raro de los humanos reflejado en su voz dice, tengamos hijos y dejemos que la historia se repita.

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