Los casi – vivos no gritan, algunos corren, otros te enfrentan y los patéticos tratan de llamar por ayuda pero, ni uno sobrevive. Mis necesidades hoy no son simples por eso decidí una forma complicada de humano para matar. Si quisiera una explicación me justificaría diciéndome que deseo morir. Es muy difícil no encontrar placer ni siquiera cuando tantas vidas te pertenecen y como vagando entre los poderes de la noche me gustaría pertenecerle a ese ser que camina solo entre pasadizos y súcubos árboles. Me dominan sus pasos continuos como si escuchara al corazón cantar un rito que gravita en todo su cuerpo violento, hermoso.
Ahora que las nubes son símbolos de viento, se detiene, voltea levemente, no puede verme pues estoy oculto entre la mascara de Facade y soy cualquier cosa parecida a las supersticiones de la noche. Este pasaje es corto pero, lo recorremos despacio y justo al final regresamos sobre nuestros pasos. No me cuestiono cuanto mas he de seguir bajo este yugo que me hace apretar el mango del cuchillo como si fuese una mas de mis articulaciones y aparecer de frente colocando mi dedo índice tembloroso sobre sus labios y detener el tiempo.
Hay un extraño lugar dentro de este mundo de dos donde se detiene a descansar, saca un libro que empieza a leer y fuma un cigarro. El humo de este se queda como los lamentos de una ambulancia que pasa lejos pero, que clausura este silencio y la noche. Me doy vuelta dejándome ver y me retiro a casa a perderme el amanecer.
Todos los perros y sus ladridos manifiestan que estoy cerca del continuo cotidiano. La próxima calle termina con un viejo sentado en la banqueta acariciando un animal acezante que muere con su dueño. Paso frente a ellos, levanto apenas el brazo, extiendo la palma de mi mano separando los dedos y deseo buenos días. A veces el hombre o su perro saludan. Contemplo sin detenerme lo aguada que es la última parte de la noche cuando el cuchillo sueña en cuerpos del pasado. Estoy tan cerca de casa que puedo alcanzar las puertas con mis manos. Sumerjo la llave en el cerrojo y recuerdo ese abismal sentimiento llenarse hasta rebasarme provocando volver a matar. Giro la llave e imagino lugares cavernosos vistos con espejos afilados. La puerta cede, apenas doy unos pasos, dejo el cuchillo entre los utensilios de cocina, llego a mi cuarto me quito la mascara, la regreso a su lugar y me recuesto sintiéndome diminuto sin ella. Hasta desaparecer.
Despierto 15 min. Antes del sonido despertador, sentado en la cama con las sabanas calientes se siente que ahí viene el atardecer. Una ducha me alivia para lo que ha de llegar. El estupido trabajo diario, la convivencia con las demás personas, comida a las 5 p.m., cena a las 9, salida a las 10, llegar a casa y esperar si Facade desea esta noche estar en mi.
Durante el camino al trabajo, el camión esta casi vacío, nadie va acompañado y me entretengo observando las calles. En ellas las personas parecen ver sus relojes y se mueven más rápido al sentir que automáticamente se encienden las luces nocturnas. Es el temor a Facade, pienso. Alguien pide que el autobús se detenga, siento como se levanta de su asiento, camina por el estrecho pasillo del autobús, continúo observando hacia la ventana, entonces veo el reflejo entre las luces de coches y semáforos que reflejan en el cristal. Es ese ser que seguí toda la noche anterior y el lugar donde se baja es en esas calles como pasadizos. El autobús arranca pero, no me importa consigo descender aunque la caída no es de pie. Puedo sentir a las personas reírse apenas uno se acercó a ofrecerme ayuda que no necesito. Corro a través de esas calles perdido sobre mis pasos sin alcanzar lo que seguía, solamente desapareció o se oculta de mí detrás de su propia fachada.
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