Salgo de casa. Cierro la puerta. Le pongo seguro. Veo hacia ambos lados de la calle. Decido tomar el derecho. Giro la vista. La panadería esta abierta. Las plantas que puso la señora continúan muriéndose. Solo dos veces he visto que las riegue. Una mujer adolescente pasa en la otra acera. Su piel, su estructura física, como camina, su cabello lacio, su vestimenta; serán presa para el libido de los mecánicos que están pasos adelante.
Giro en la esquina. Continúo en línea recta. En medio de la calle. Siempre viendo a ambos lados. Nunca hay nada. Cruzo la primera calle. A partir de ahí las personas salen de sus casas y me siguen con su mirada. Puedo notarlo pero, no hago o digo nada. Si supieran lo que va a pasar los insultaría y regresaría a casa.
Acelero mis pasos porque ya quiero subir hasta esa cima. Observar la vista que me da de esta ciudad carretera. Al fin comienza la pendiente. Asciendo con rapidez. Sin voltear atrás. Ya estoy en lo alto. Puedo ver a esta ciudad expandirse como liquido octanal. Los temores de las personas me alcanzan aquí puedo sentirlo ondulante, pesado, asqueroso, encima del viento.
Una vista extraña es lo que tengo, de un proyecto de urbanidad. De gente que ha olvidado que nada de esta estructura le pertenece.
Y los pocos árboles, la infancia, el amor, la lluvia serán como piezas de colección. Pronto todos se marcharan; pienso.
Desciendo la pequeña colina. Camino y ahora las personas ya me ven de frente porque dentro de su pensamiento soy como ellos. Capaz de resignarme a lo jamas fue nuestro y que hemos perdido.
No comments:
Post a Comment