Aun hay esperanzas para este cuerpo. No toda la sangre huye por el orificio del tamaño de una semilla de girasol. Que me hice con mi calibre 22.
Ruedo hacia el abismo del sueño entre sabanas. Apenas abro los ojos y aun estoy al borde de la cama.
Un árabe discípulo de Jesucristo me sujeta poniendo mi cara sobre la tierra, de una hielera saca una jeringa, nunca había visto una aguja tan fina, la sumerge en mi sien y me digo: esto es todo. Mientras mi vista se nubla o quizá es la misma aguja atravesando mis ojos.
Estoy en lo más alto de la ciudad y recibo una bala en mi pecho. La sangre caliente es una mancha sobre mi playera, volteo a todas partes y todos corren.
Corro por miedo. Soy un niño apenas y las brujas celadoras de la primaria me siguen para hacerme sopa y por lógica comerme.
Cierro las ventanas porque no quiero que esos monjes demonios entren a la casa, pero el diablo ya esta dentro y se ríe de mi.
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