Tuesday, July 25, 2006

Valladolid

El camión se detuvo. Habían pasado pocas horas de camino. Me refiero al camino de regreso. Estaba en el asiento que esta pegado a la ventana, así que pude ver como entramos al pueblo y donde nos estacionábamos. El chofer les indico a todos que tenían media hora para bajar, tomar un poco de aire, desayunar o quizás ir al baño.
Yo seguía observando desde la ventana, cuando directamente alguien me pregunto: ¿No va a bajar? No conteste. Espere que todos descendieran y entonces me levante. Mis pasos eran temblorosos y mi vista pegada al piso. Las puertas abiertas del camión dejaban pasar el aroma y la atmósfera de aquel lugar. Aquel calor espeso como vapor, el sonido acuoso de las personas al hablar y aquel paisaje me hicieron sentir que cada escalón que pisaba era un deseo cumplido. Omití el último escalón y en un salto mis pies ya estaban sobre Valladolid. La antigua corona se manifestaba en la arquitectura del lugar. Mi primer paseo fue en su parque. Donde la luz atardecía entre sus árboles que simulaban buscarme un lugar donde pudiera descansar. Recuerdo que de pie encendí un cigarro que parecía el único humeante a kilómetros. Alguien más se me acerco y me dijo: Aquí hay un cenote.
Camine sobre las calles vacías. Las casas estaban cerradas en su totalidad, ni una ventana abierta, ni sonidos de personas o música. Quizás porque era domingo o talvez solo una mala hora, después de todo yo solo tenia 10 minutos en ese lugar.
Creí que nunca llegaría, que me habían dado mal las indicaciones. Valladolid se me distorsionaba y cada vez se parecía mas a casa.
En algún lugar lo encontré dentro de una cueva en el centro del pueblo. Era oscuro como un ojo de madera gigantesco. Hipnótico para los hombres. Para quienes no querían volver.

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