Tuesday, June 30, 2009

Venegor




Tila bosteza a la seis de la mañana. A lo largo del bostezo los transportes públicos se llenan, vacían, deterioran. Las personas están encajonadas, se ven unos a otros. Nadie dice nada. El auto viaja a velocidad media. La visión de las luces de las calles no se transforma, algunos peatones cruzan la mirada con alguien que esté sentado junto a una ventana del auto. Alguien piensa: desearía escuchar el pensamiento de los demás. Puede ser verdad que algunos de los que me acompañan en esta ruta tengan las mismas dudas que yo. ¿Será cierto que en cinco mil millones de años… ya solo queden los seres vivos concientes a la extinción de su especie? ¿Cómo tendrían que vivir? ¿Con qué se alimentarían? ¿Cómo sería su vestimenta? ¿En que momento se darían cuenta del error de quedarse? Son la primera letra en la palabra agonía. ¿Qué secretos guardará un final así? Porque no es sólo para quienes no huyeron. Aquellos que causaron tumulto por irse, no sabrán que pasó con ellos al salir del planeta. Desaparecidos, consumidos por el siniestro, por el espacio. La memoria es para los que vean la desintegración total de ellos y la tierra. Después fluirán entre la fisión de las moléculas de la gigante roja.
Ya no estamos seguros que éste sea el camino que elegimos. Los animales que habitan la ciudad desaparecen. Se fue el silbido intermitente de los insectos. La curva que rodea el lecho de montaña guarda silencio. El auto toma velocidad cuando avanza alrededor de la curva. Una ventana se abre dejando pasar el repetitivo viento. Respiración de la ciudad que llega a todas partes, degeneración molecular, imperceptible hasta el momento; eso nos dice que somos una raza joven, dependiente de culturas territoriales. Olvidados por cualquier dios.

El transporte parece ser viejo. Los cojines de los asientos están gastados; su color azul mercurial a pesar del tiempo permanece. El metal del caparazón del transporte está recién pintado de blanco. El piso coincide con el gusto por la urbanidad: es oscuro, gomoso, en esta época donde la ciudad se llena de agua y los usuarios suben y su calzado arrastra líquidos sobre el material plástico del piso. Hay una luz amarilla en el techo, el cual es bajo, lo que ocasiona una concentración aprisionante. De pronto el conductor pone una melodía que hace juego con las personas que ascienden y descienden. El aire se vuelve ligero al quedar el auto casi vació. Las miradas han cambiando, las ideas son otras, tal vez construidas por pensamientos humanos.
El transporte se detiene cuando llegamos a la central. La estación es un hueco para personas huidizas. El hombre que husmeaba sobre las ideas de los demás baja del coche y se nota que lleva prisa. Quizá se hizo tarde para él o es su condición depender del tiempo.
Venegoor como se llama, tiene treinta años y aún no lo parece, a pesar de su calvicie. Es difícil contar toda su vida, además no toda es remarcable. Como cualquier persona algunas veces la belleza de estar vivo y sentirlo, a partir de experiencias son pequeños documentos escondidos en los recuerdos. Y no recurre a ellos a menos que sea necesario. Cuando todo se deshace y la realidad y el orden son una mezcla que perdió el sentido. Venegoor camina sin darse cuenta que a su alrededor la estación central de transporte es un flujo de carne, sangre y huesos; en constante movimiento que deteriora, consume, construye objetos y tiene sistemas para ordenar su ir y venir. Mientras él intenta recordar una idea que se le ocurrió hace tiempo. Ya olvidó que edad tenía esa tarde que pensó que nunca olvidaría aquel momento, cuando observaba en la televisión un programa especial dedicado a la mejor banda de rock de toda la historia de la música.
Nunca olvidaré este evento, se dijo una y otra vez. Continúo recordándolo hasta ahora. Venegoor no sabe si los detalles son exactos, tal vez tenga un recuerdo más bello, donde ni un detalle cambie, pero el significado de su paso por la tierra es el recuerdo de su niñez frente al televisor.
Sabe que no volverá a quedarse con un recuerdo como ese, porque cuando lo haga, se dará cuenta de que su despedida de este mundo está cerca y eso es algo a lo que no busca llegar vertiginosamente, tal como llego a este instante.

1 comment:

El AnArQuI said...

eahhh porque no te comentan en los cuentos??? maaal