Thursday, September 29, 2005

Lugares comunes


La ciudad es una capital al sur de una republica, le llamaremos ciudad porque es lo que busca ser con sus centros comerciales y bulevares; arquitectura de tipo economista, las personas se concentran en el primer cuadro de la ciudad, hay pantallas gigantes con comerciales, propaganda desechada del tamaño de media hoja carta, un repartidor se estrella contra un transporte publico ambos tuvieron culpa, se distrajeron con las mismas piernas. No conozco grandes ciudades pero, no creo que uno pueda ver en una de esas mujeres como las de acá y un cielo estrellado desde el noveno de cualquier edificio. Con semejantes vistas ni quien quiera quitarse la vida, de hecho es difícil ver que algún ciudadano lo hace, por mas mal que su vida fluya por eso todavía no es ciudad, regularmente aquí se muere de falta de atención.
Hace tiempo un intendente que estaba tan entretenido con la plática de su compañero de trabajo presiono el botón del elevador, este abrió sus puertas, el tipo dio dos pasos y se cayó hasta el último piso porque el elevador no estaba en servicio, en conclusión no había tal. Las personas hablaron mucho de tal accidente como si hubiese sido un suicidio, aunque tengo que mencionar que esa palabra les asusta. Voy a poner un cartel que diga “no se puede ser cosmopolita hasta que hallamos participado en alguna guerra mundial y todavía nuestra dieta base sean los granos” haber si después de eso por lo menos se ríen.
Sin embargo existen varios rasgos citadinos que merecen ser mencionados, no quiero decir que me guste solamente trato de no ser imparcial o mejor dicho ingrato. Voy a mencionar el alto consumo de drogas no legalizadas, las 6 o 7 sexshop, la aparición de subculturas, el alto índice de consultorios psicológicos y que tu exnovia trabaje en la entrega de los MTVlatinos.
Como todos los días siempre espero un fin del mundo porque como diría un amigo con uno nos basta, estaba sentado en mi cama observando el patio, la puerta del cuarto estaba abierta era un día opaco, todas las cosas de mi cuarto parecían verme con ansias como si quisieran interactuar conmigo de una vez para así terminar su compromiso o talvez nada mas mi imaginación convertía la espera en algo entretenido que imaginar.
Sobrino llego con una bolsa de plástico de la tienda de discos del momento, me vio con sus ojos puros escondidos debajo de sus gafas, metió la mano derecha en la bolsa y saco un disco compacto. Sorprendido me escurrí de la cama, le pregunte que si cual había comprado, que sea uno de Chopin repetía en mi cabeza pero, al muchacho no le agrada que le digan que hacer, así pues como todo adolescente tomo su propia elección y compro algo de Mozart. A pesar de mi inconformidad hice gestos de emoción, encendí la computadora, esperamos que se iniciara el programa mientras sobrino delicadamente le quitaba la envoltura al disco. Bien ya todo estaba listo, comenzamos a escuchar, como siempre los sonidos empezaron a volverse más complejos, sobrino me dejo solo escuchando, tratando de relacionar esta imagen: un monstruo de cien picos, infinito de pequeñas garras, con picos que se separan de su cuerpo multiplicando su sonido que parece significar mi nombre. Y un fragmento del genio de Mozart, imposible era la palabra que buscaba pues soy incapaz de leer la música, de cualquier manera me daba ánimos ya que parte de esa lectura que parecía incomprensible para mi, tiene la capacidad de hacerme crear formas en mi cabeza que se convierten en personas, monstruos, animales, plantas y sus emociones. Con un distinto placer recibí la llamada de uno de mis pocos amigos al teléfono esa tarde, mi excusa para quitar a Mozart y toda su carga emocional de saberse un genio. Hable con mi sobrino acerca de su disco, preguntas ya seleccionadas del mecanismo oral como son: ¿cuanto pagaste por el? ¿Por qué tardaste tanto? ¿No viste a tía Adriana por ahí? ¿Qué otros discos de Mozart habían? Nada que tuviera relación a nuestra sensibilidad o conocimiento de la música.
Más tarde camine para tomar el autobús que me llevaría a la casa de mi viejo amigo. Quien era un citadino de sangre, sus padres eran médicos, sus abuelos vivían en la capital del país como la mayoría de su familia, tenía historias tan peculiares de ciudad que me era imposible no buscarlo para escuchar y recibir algún souvenir.
El conductor tenía un aspecto de aun vivir con su mama a pesar de sus 40 años que arrastraba en el tono de su voz y mirada. Sintonizo la radio en la estación mas rockera que hay le subió al volumen, a mi todo me sonaba a Mozart y no porque todo lo relacionara con el si no al revés. Ya toda la música podía causar estímulos singulares a quienes no sabemos leerla de forma literal. Por fin llegamos a donde me tenia que bajar, estaba a dos cuadras de la casa de mi viejo amigo en una sección de la ciudad que se distinguía por su ubicación y nombre pues era similar a cualquier colonia de personas con dinero. Me fumaba un tabaco, el humo de este me recordaba el cabello canoso semi largo de mama, parecía una peluca, quizá como las que uso Mozart.
Al llegar a la casa de amigo, me di cuenta que me aburriría mucho tomando café, escuchando jazz y platicando de lo que según nosotros deberían ser verdades universales. Me di vuelta decidido a regresar a casa pero, esta vez contemplaría y fumaría. Camine unos cuantos metros y para entonces había encontrado un árbol que parecía tocar un piano en un callejón sin salida, pensé en Chopin. Prendí otro tabaco al instante que escuche el sonido de un grito articulando mi nombre, voltee a todas partes pero, no reconocí a nadie, otro ejemplo de que este lugar estaba creciendo, antes podía recordar cada rostro que veía en la calle pensando que era una cualidad de mi memoria siendo que eran las mismas personas que veías siempre ahora evidentemente ya no era así, ni tenia buena memoria, ni muchas de las personas que vi de niño seguían vivas o continuaban en este lugar.
El reloj de la ciudad esta en la catedral. Resuena a cada hora y con el se teme que la iglesia católica se derrumbe, debajo de su falda blanca muchos se congregan a mirar, otros se esconden con ella a hacer sus placeres. Estoy hablando de la calle central de este lugar, donde hay un parque, basura que se vende, parejas de todo tipo y la iglesia de san marcos que sirve para que despistados se casen, reprimidos se bauticen y tontos tomen fotos no hay nada que me haga pensar por aquí ni siquiera puedo recordar la sinfonía No.40, seguiré caminando. Ya estoy cerca de casa, esta si una zona que valga la pena, se encuentra en el punto mas cercano a la luna, hay cohetes espaciales, una pirámide que parece de yeso, un amplificador gigante. Es un parque. Cerca de ahí lo que llamo el barrio gótico, el cual llamo así como nombro a la nostalgia. Esta debajo de árboles que hacen silencio cuando estas cerca y música cada vez que paso con las manos en los bolsillos. A veces me escondo entre ellos para sorprenderlos hablar de nosotros pero, hoy no. Continuo mi marcha ya sin cigarros, paso de largo mi casa me voy para el puente del sur, sus escaleras me recuerdan a los pianos, a Chopin, el acenso hacia tu recamara, un próximo descenso a la nada y también a Mozart.
Los autos reflejan explosiones solares en sus colores cromados hasta que todo se oculta y empieza a llover. Regreso a casa donde no hay un solo lugar seco. He llorado en cada parte de ella y mis sollozos escondidos entre ecos al escucharlos otra vez me hacen llorar, no importa, a donde más podría ir hoy. Las luces están apagadas, el café comienza a hervir, giro el botón de la estufa y puedo ver el reflejo de Mozart en la llama azul que apagándose describe a la lacrimosa. Mama despierta y me dice que vaya a dormir porque estoy muy pálido seguramente enfermare, que no olvide secarme los pies. Encuentro a sobrino escuchando su nuevo disco con la mirada, los oídos perdidos, sus manos queriendo sacar algo del pecho, me acerco a el, trato de sentir su pulso, su respiración pero, no hay nada que hacer. Lo sostengo entre mis brazos le doy un beso en la frente lo acuesto sobre su cama y como un cualquiera que soy comienzo a llorar. Arrastro los pies y llego al cuarto de mama para darle la noticia, ella no dice nada ya no puede, se apoya en mi brazo, la llevo con el y el disco deja de sonar.
La familia esta reunida, pasada la medianoche se alimenta de placeres orales, parece año nuevo, es año nuevo me digo. El 11 de enero ya no será lo mismo. El niño que llora al fondo de la funeraria del lado izquierdo del ataúd, es el hermano del muerto, viajó 4 horas desde una tierra de mar solo para venir a despedirse de su hermano, aunque no quería no tenia mas opciones, los muertos no pueden andar entre nosotros pero, aquellos quienes los amaron se mueren todos los días entre nosotros, es claro que cuando se es joven todo pasa rápido incluso el dolor, sin embargo sentí la necesidad de aligerar tal carga al niño. Me acerque a el, lo vi a los ojos cuales estaban rotos, comencé a hablarle del ultimo día de su hermano, de la manera en como lo había visto y como teníamos que recordarlo siempre. Cuando me levante me di cuenta de la obviedad de mi discurso, lo malo que habia sido, cuando lo único que debí hacer era quedarme a su lado, demostrarle que no estaba solo, que yo también tenia que llorarle a su hermano pues nunca mas lo volveríamos a ver y no existe forma de recuperarlo. Hace poco también perdí a alguien por segunda vez en una vida que ni siquiera había terminado, lo que me llevo a cuestionarme esa noche ¿Cuántas veces más la perdería? Dejo de importarme mi sobrino muerto, me retire a casa con un deseo imposible y las manos en los bolsillos.
Amanece, el vecino me despierta con el ruido que provoca su viejo coche, no quise llegar al cuarto, ahora sufro porque no pude dormir tanto como esperaba. Existe la marcha fúnebre ya sea en auto o a pie, no importa que clase de lugar sea, los hombres no pueden desperdiciar un momento como este, se termina una vida y todos los demás que quedan de pie se ven unos a otros preguntándose quien será el próximo. Aunque en realidad no lo hagan, solo sea parte de mi dañado cerebro, es muy seguro que mas de uno piensa en el día de su muerte.
Tome una ducha, con el deseo de convertirme en espuma de jabón e irme por la cañería o reventar en el aire. Salí del baño mas triste porque la lista de deseos cada vez es mayor y ni uno se cumple. El reloj marca las 3 de la tarde, salgo de casa voy hacia el cementerio tomando la ruta de artistas, brujas y mis demonios. Hacia tiempo que no estaba en tal lugar sin sentir que todo la humanidad podría caberme en un puñado de polvo, voy a regalarme un mejor destino pensé. Me senté frente a las puertas, la familia estaba frente a mí, la marcha se había terminado, el final estaba cerca. Fui parte fundamental de aquellos hombres que llevaron el féretro a su último lugar en el mundo. Lo que me recordó que hay un vació todos los días, que uno de estos puede pertenecerme, tan solo necesito caminar mas y lo encontrare como dar unos pasos en un elevador fuera de servicio. No sabía si darle un sentido cómico a tal idea o soltarme a llorar desesperado igual que todos a mí alrededor al ver el descenso y después la tierra cubrir esa caja que escondía a mi sobrino. Ya no recuerdo más esos días.
Septiembre cayo en un rayo que estrujo las ventanas de la casa, mi árbol de mango se quemo, la luz se fue y los vecinos llamaron a ambulancias mas por morbo que en realidad por ayudar. Tuve que barrer la madera quemada al otro día y depositarla en bolsas negras para que los del camión recogedor no la dejaran, mama observaba todo el proceso de mi trabajo, yo me reía, por momentos platicábamos reconociéndonos como un par de viejos, lo que hacia sentir triste a mama ya que se daba cuenta de lo mal que estaba y que no existía una sola cosa que pudiera cambiar tal hecho a pesar de que ella compartiera sus historias conmigo. Hubo una vez que estaba tan deprimido que mama se dio cuenta, salió y regreso con un gato, pequeño, gris, con los ojos verdes. Lo llamamos Wolfang, aunque mama no quería ya que decía que no era un nombre para gato, tampoco podía pronunciar bien el nombre y no se valía que solo yo tuviera derecho sobre el nombre. Designamos el nombre por votación la cual queda empatada en votos, el siguiente paso era sortear el nombre que salió de la urna improvisada que hicimos con una taza para café. El nombre ganador fue Vermin. Ese día por fin me di cuenta que tenia que irme a una verdadera ciudad, mama solo me dio su bendición y me deseo suerte. Bien vague como la saliva de un hombre lobo en luna llena por todo el torrente sanguíneo de carreteras de un país que me debía una lista enorme de deseos. No pude contagiarme de este lugar lo suficiente como para quedarme, lo maldije por ser más común que cualquiera, tome con fuerza mis boletos y subí al camión.


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